269 minutos

269 minutos al día. Cada español, en noviembre, ha estado 269 minutos diarios ante el televisor. Son muchos minutos. Como hay españoles que apenas ven televisión o que la ven un par de horas al día, 120 minutos como muchísimo, eso significa que hay otros españoles que cada día están ante el televisor durante seis e, incluso, ocho horas.

Los datos dicen que las mujeres y los mayores de 45 años son los máximos consumidores de televisión. Se habló de la chacha electrónica, de la televisión como hipnótica cuidadora de niños, pero, sin que tal realidad se desmienta, parece ser que la televisión hace de cuidadora de las mujeres y de los mayores. Los menos activos, por fuerza. Los menos cultivados, también, porque si fueran cultivados no verían tanta televisión, se dedicarían a otra cosa.

Pero como se dedican a ver televisión y como Tele 5 es la cadena más vista, no hace falta entrar en detalles para deducir que su falta previa de cultivo se acrecienta al ver más y tanta televisión, con lo que se ensancha una de las variadas simas que van separando ahora en España a la gente, una poca gente cultivada e ilustrada y una mucha gente cada vez más alienada, más perdida, más alejada de una posición crítica, más inmersa en asuntos y contravalores banales.

Estoy oyendo el clamor de los ultraliberales, tan irresponsables últimamente. No solo me zumban los oídos por los gritos de los directamente agraviados -quienes ven 269 minutos de televisión al día-, sino que me estallan los tímpanos por el reproche de los partidarios de que cada uno haga lo que quiera, apague o le dé al botón y ocupe su tiempo como quiera. Rectifico: quienes ven tanta televisión no están leyendo este artículo. Cuestión de criterio.

Bien. Dormir, trabajar -quien tenga trabajo- y ver la televisión. Planazo. No hay nada que decir a eso, al parecer. La (mala) idea de libertad nos impide proponer alternativas, crear otras condiciones, sugerir otros modelos, formar a la ciudadanía para elegir otras opciones de entretenimiento. Es el mercado del ocio, que cada uno haga lo que quiera. Faltaría más.

269 minutos diarios son más de los que dedicamos a hablar con nuestra pareja, con nuestros hijos y con nuestros amigos. A leer, a escuchar música, a estudiar, a pensar, a pasear. A ocuparnos de los otros. ¡A hacer el amor! Nada. ¡Duro ahí!